De este lado del costado,
donde se hunde el abdomen
el golpe es seco,
por el frente del pecho el viento
otro golpe escuálido,
y con la frente inclinada
la astucia se hace nutria,
en los ojos sin ver o mirando
nadie atisba al vigilante,
la playa que aguanta las olas
ensancha su aire,
y de un nido desde la cueva
miles de pájaros abruman el cielo,
rápido el eco se dispersa,
callada noche en la puesta del signo,
una nota que va desglosando por el aire
venciendo la húmeda y pesadez,
el pez brota sus ojos en la carnada,
un estallido de rojo vientre sacude las aguas,
y las saetas estrellan sus falanges,
una combustión estremece el manto,
burbujas de desconocidos diafragmas,
hecatombe en la mar que la sal no sana,
parió la madrugada el responso,
y en retorcidos amasijos de esqueletos,
la vela se asoma leve y pertinaz,
no hubo brizas ni ventiscas,
el oxigeno no llegó y, la corriente
marina se hizo blanco de la serpentina.
Abraham Guevara.
y con la frente inclinada
la astucia se hace nutria,
en los ojos sin ver o mirando
nadie atisba al vigilante,
la playa que aguanta las olas
ensancha su aire,
y de un nido desde la cueva
miles de pájaros abruman el cielo,
rápido el eco se dispersa,
callada noche en la puesta del signo,
una nota que va desglosando por el aire
venciendo la húmeda y pesadez,
el pez brota sus ojos en la carnada,
un estallido de rojo vientre sacude las aguas,
y las saetas estrellan sus falanges,
una combustión estremece el manto,
burbujas de desconocidos diafragmas,
hecatombe en la mar que la sal no sana,
parió la madrugada el responso,
y en retorcidos amasijos de esqueletos,
la vela se asoma leve y pertinaz,
no hubo brizas ni ventiscas,
el oxigeno no llegó y, la corriente
marina se hizo blanco de la serpentina.
Abraham Guevara.
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