fue un
veinticuatro de Diciembre,
ni por la noche
lo hice,
y fueron cinco
días más que
no llegué,
desde esa fecha
no he llegado
a ninguna parte,
pronto no lo
haré, es seco el
llano y, rápido
la diligencia a
su objetivo,
todos los días
desde aquella
fecha, me he
ausentado de todo,
sigo ausente,
seguiré la ausencia
que llevo como
un designio,
desde el punto
donde me pongo,
es donde contemplo,
he sido
desde que me
perdí, un observador
de las risas que
las hago mías, de
las felicidades
de las que observo y,
mías son también,
como tu risa plena hoy,
como tú alegría plena hoy,
como tu sol de hoy,
como esas estrellas tuyas hoy,
desde el manto que cubre mi ser,
desde lo que la piel esconde,
desde aquel laberinto ciego,
hay un estación de una banca,
es la nieve abrazando el aire,
desde que he quedado por éste
sitio, los focos tenues de mi rostro
aun no se cansan de ver,
como un centinela que levanta su capa,
enciendo un cigarrillo y, junto a su
candil ronda la vieja estación, son
huellas indelebles en la nieve.
Abraham Guevara.
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